El fin de semana, en Austin, vimos uno de los grandes premios más disputados de las últimas décadas de Fórmula 1. Desde la prueba libre uno, equipos y pilotos trabajaron con la determinación de una final del mundo. Red Bull y Mercedes llevaban la delantera emparejados en tiempos. La clasificación fue electrizante. Se definió en los últimos segundos. Finalmente, fueron Max Verstappen, Lewis Hamilton, Sergio Pérez y Valtteri Bottas los cuatro primeros.
La carrera se vivió con intensidad. Hamilton pasó a Verstappen en la largada y el tren se acomodó con ellos a la cabeza, “Checo” Pérez tercero y las Ferrari por detrás. En la vuelta 10, Verstappen que venía a menos de un segundo, paró. Veinte vueltas después hizo lo mismo. Fue una brillante y agresiva estrategia de Red Bull. Obligaron a Hamilton a también hacer dos paradas y finalmente el inglés no pudo alcanzar al neerlandés, que estiró la diferencia del campeonato a 12 puntos gracias a un extraordinario trabajo en equipo.
Entender el lugar
“Checo” Pérez se levantó la mañana del domingo con un malestar estomacal. Tuvo dolores, náuseas y diarrea. Descansó un rato más de lo que permite su rutina habitual y fue revisado por el médico del equipo, quien le recomendó una dieta liviana y mucha hidratación. Cuando subió al auto la temperatura en pista era de 50º. En la primera vuelta, después de que Verstappen se abriera demasiado en la curva uno, Pérez tuvo oportunidad de pasarlo. El mexicano traía mejor tracción, pero desaceleró para dejarle la segunda posición a su compañero. Ese gesto fue clave para que Verstappen no perdiera tiempo en la persecución a Hamilton. Si se quedaba encerrado en el tráfico, jamás hubiese funcionado la estrategia que los llevó a la victoria. “Checo” sabe que en esta temporada su principal trabajo es ayudar a que Max y el equipo sean campeones del mundo. Para eso también tiene que sumar puntos, y está exigido a hacerlo ya que en las últimas carreras Bottas sacó muchos. Esto hizo que Verstappen sea el puntero del Campeonato de Pilotos, pero Mercedes del de Constructores.
Darlo todo
Es tanta la exigencia física que requiere manejar un monoplaza de Fórmula 1 que los competidores pierden entre tres y cuatro kilos por carrera. Por ello, tienen autorizado tomar agua, pero sólo 1.5 litro. El líquido está cubierto con hielo seco en la parte trasera de los asientos con el objetivo de mantener la bebida fría. El contenedor se conecta a través del pequeño tubo hasta el casco y los pilotos, presionando un botón que se encuentra al volante, activan el mecanismo para tomar agua. En la vuelta dos, “Checo” le dijo a su ingeniero que su sistema de hidratación no funcionaba. Esto, sumado al cuadro estomacal que tenía, hicieron que manejar el Red Bull fuera un infierno. Agotado, no podía sostener el auto en las rectas y tampoco frenar a fondo. Su visión se puso borrosa y por un instante pensó en abandonar. Sin embargo defendió la posición como pudo y terminó en el podio. Al terminar dijo: “fue la carrera más difícil de mi vida, pero pensé en mi familia que estaba en las gradas y en los miles de mexicanos que vinieron a vernos. No podía defraudarlos”.
Estas palabras se llevaron el aplauso cálido de las 400.000 personas en el Circuito de las Américas. Cristian Horner, jefe del equipo, y Helmut Marko, principal asesor de pilotos de Red Bull, también llenaron de elogios a “Checo”. El próximo round es en el autódromo Hermanos Rodriguez de México, donde “Checo” será local. Cuando eso pasa, el cariño del público empuja y funciona como motivación pero también como inmensa presión. Y en Fórmula 1, todo cambia en un milisegundo.